En poco menos de treinta días las calles estarán adornadas con Viejos Noel y luces de colores,
y yo estoy sentada bajo a ceiba del jardín, en la que me he sentado los últimos diez años, los domingos, de tres a seis de la tarde.
En retrospectiva imágenes de tardes dominicales, de brazos y piernas enredadas, vienen a mi cabeza.
Un frío otoñal se instala en miss huesos y me vuelve la piel de gallina.
Amo lo que estoy creando,
deliro entre lienzos, pigmentos y pinceles.
Imagino en las páginas en blanco y las tintas van dejando su rastro indeleble en mis libretas.
La soltura y fluidez sorprenden y visitan mis insomnios cada noche.
Vuelvo a la ceiba, hundo mi cabeza en mis rodillas abrazo mis piernas.
Sí, hoy hay colores y la soledad no es un abismo, ni mi vida costumbre.
Sí, hoy hay mariposas que visitan mi jardín y aún hay lágrimas ruedan mis mejillas.
Sí, hoy aún espero esta magia compartida.
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